viernes, 22 de abril de 2011

Vasto mundo basto

Lo has recorrido.
El fin del camino.
Lo más alto del monte.
Y allí, aún jadeante,
el mundo te parece
lo suficientemente vasto,
lo suficientemente basto.
Sin óxigeno, sin fuerzas,
caída libre y en picado.
La liberación de la carne
en el tormento de los sentidos.
La esclavitud del alma
en el ansia devoradora.
Para merendar
zumo de mandrágora,
adormidera, láudano.
Del trote al galope,
y de allí a la tumba.
¿Donde me olvidé
las oscuras golondrinas?
¿Dónde tu pupila en mi pupila?
¿Dónde el vino,
la poesía o la virtud?
Lo que sí sé,
y con certeza,
es dónde no encontrarlas ya.

lunes, 18 de abril de 2011

Corre, corre que te pillan

Vuelves a casa. Por supuesto al borde del colapso. Por supuesto habiendo atravesado toda la ciudad a medio galope, sin necesidad una vez más.
Ni transporte público, ni agradable paseo al atardecer. Ni siquiera la vergüenza que aún a tus años te produce el que los honrados ciudadanos te vean correr al desboque. Sólo los niños o los ladrones corren, ¿no era así? Nada te disuade. Porque esa huida a la desesperada para alejarte de todo y quedar en el mismo sitio (pero con más cansancio) es tu manera de intentar cualquier cosa. La penúltima emboscada.
Que al menos el sudor, las múltiples punzadas, los pulmones alquitranados intentando salir por la boca, el dolor del cuerpo te distraigan de ese otro dolor, tan sutil y puntilloso como una espina en la planta del pie. ¿Huir? Bonita pretensión inevitable e inalcanzable. ¿Por qué? Y qué importa. Dudo que aún de intentarlo consiguieras recordarlo. ¿Desde cuando? Desde que el mundo no quiso ser más tu espejo.
Pero dime, afronta la pregunta ¿por qué corres?
¿Porque le has visto? ¿Porque te ha visto a ti? ¿Porque quizás hoy no quiso verte? ¿Tal vez te has dado cuenta otra vez de lo inúltil de vuestras miradas? ¿De que el tiempo repite y compite contra ti hasta que te gana? ¿Otra y otra y otra y otra vez? ¿Recuerdas cuando corrías para no ver a nadie?
¿Por qué ahora intentas agotar tus pasos? ¿De repente te sobran? ¿No era que los querías todos? Ya los tienes.
¡Lo has conseguido! has corrido tan rápido que nadie puede alcanzarte.
Pero date prisa que es la vida quien te reta. No puedes permitirte parar a esperar.
Ni siquiera por él. No apuestes por alqo que sabes que vas a perder.
Y él, tenlo claro, ni corre ni correrá por tí.

domingo, 23 de enero de 2011

De la cobardía o como convertir el miedo en una inversion

Sin miedo no hay valentía. Y la temeridad parece un lujo adolescente. Los tiempos de correr despreocupado hacia aventuras inciertas, imaginarias o terribles, van doblando la espalda ante la dolorosa evidencia. Por esa mochila que has ido llenando de años. De cosas inútiles sin las cuales es probable que ya estuvieras muerto. Podría intentar un mensaje de esperanza. Quizás con moraleja. Peeeero, lamentablemente somos los que somos. Así que jódanse, y sígan llorando debajo de la manta. Gracias a la gente que no es capaz de coger a la vida por los cojones, tipos como yo hacen fortuna.
Como me gusta el tacto de las frases encabezadas por Quizás...

lunes, 17 de enero de 2011

M.d.C II

Por todos aquellos que lo único que necesitan es un lugar acolchado donde desnudarse.
Para los que el fuego y la metralla les bombardean las sienes más allá de toda sombra, de todo sueño. Que siguen despertándose sudorosos, ajitados sin tener del todo claro por qué. Sólo con la seguridad de que algo no marcha bien. Si se esfuerzan, pueden llegar a oir como alguien llora. Algo o alguien imprecisos, desdibujados detrás de nubes grises. Siluetas en el fondo más profundo de la caverna. Pero hasta la fecha, lo más real, lo más tangible.

Hablo de un remoto rincón para descansar. Del desierto en mitad del oasis.
Existe un lugar así(tiene que existir, es desesperadamente necesario). Tranquilo, pausado.Aunque donde y cuando sean palabras sin categoría, inaplicables. Una burbuja, ligera, dulce. Todo lo pesado flota. Todo lo doloroso es un vaivén de agua calmada. De fondo el arrullo de un río fundiéndose con todo esto. Llevándonos mansos en sus corrientes. Balanceándonos en esa nada donde nadie más es capaz de entrar para juzgarnos. Ni siquiera nosotros mismos.
Por desgracia o por fortuna, ni vendo ni nunca vendí substancia semejante. Y si algún día existe, me cuidaré de que nadie más que yo la conozca. El precio a pagar vive Dios que sería vuestra alma.